El precio de un sueño perdido y la promesa de un futuro mejor

En el año 2007, la crisis económica arrasó con todo a su paso. Para muchos, fue solo una sacudida financiera; para mí, fue la pérdida de mi hogar, el de mis padres, el lugar donde crecí. Aquello no solo nos dejó sin techo, sino que me destrozó por dentro.

Me sentí abandonado, no solo por el mundo, sino por mí mismo.

Pasé por distintas etapas, algunas oscuras, hasta que un día tomé una decisión: transformar el vacío en propósito. Me hice una promesa. Si había algo que podía controlar, era mi capacidad para crear. Me comprometí a ser una versión más fuerte, más bondadosa y asertiva, no solo para mí, sino para los demás.

Hoy, esa promesa es mi realidad.

Me dedico a la construcción y reforma de viviendas, pero no solo levanto muros, construyo hogares. Doy forma a espacios donde las familias pueden crecer, sentirse seguras y crear recuerdos. Proyecté mi dolor en algo más grande: un mundo mejor para quienes buscan un lugar al que llamar hogar.

Soy David, y me dedico a transformar vidas a través de la construcción.